Ceibo restaurante MendozaLas recomendaciones para que vaya a conocer Ceibo Restaurante en Mendoza me llegaron de varias personas, todas las veces estas recomendaciones llegaron vía web. La última fue el martes pasado cuando casualmente me encontraba en Mendoza alojado a la vuelta del lugar. Forzado por la situación no tuve más alternativas que ir a ver de qué se trataba todo eso.

Ceibo Restaurante ofrece una propuesta de campo tipo gourmet creada gracias a la sinergia del chef Mauricio García Hudson y su esposa, la sommelier, María Eugenia Loria. El restaurante funciona en una casona ubicada en 25 de mayo 871, frente a Plaza Italia de la ciudad de Mendoza.

Llegué al Ceibo Restaurante pasadas las 21hs. sin reserva previa como lo hago en general, pedí un lugar y me dispuse a vivir esta nueva experiencia. Si bien estaba muy cansado por el largo trajín del día laboral, no contaba con mucho apetito pero al ver que en la carta ofrecían Empanadas de ossobuco al Malbec ($25) supe que debía pedirlas o no me lo perdonaría. Ordené una empanada, una botella de 375cc. de vino mablec de Bodega Renacer($35) y continué leyendo la carta buscando el plato principal. El plato fuerte de la noche resultó ser Pastel de chivo al limón con puré de papas perfumado con ajo al rescoldo ($180). Hasta aquí todo venía performando por sobre las expectativas.

Al postre pensé en pasarlo por alto e ir al hotel a dormir pero la amabilidad de la moza al ofrecer algo más hizo que finalmente me inclinara por probar algo dulce para llevarme una opinión un tanto más completa. Y fue el acabose.

No pedí la carta de postres, la atenta moza de Ceibo Restaurante me recomendó lo que tenía a disposición. Las opciones fueron: Crème brûlée, si bien no soy una personas que conozca a fondo la vida de campo, les puedo aseverar que pese a haber leído incontables veces el Martín Fierro no recuerdo que nuestro gaucho se haya deleitado con este postre; Frutillas con crema ($50) compuesta por un poquito de crema a un costado, unos merengues que no se bien que hacían allí, algunas frutillas cortadas ¡CONGELADAS! y dos uvas que tampoco entiendo que hacían allí pero que allí estaban y también ¡CONGELADAS! cerrando lo que definí en su momento como un postre para gente con tratamiento de conducto. Por último había un tercer postre que no recuerdo y, para ser sincero, a esta altura tampoco me importa mucho.

Dato de color. En paralelo, mientras yo terminaba mi vino y abandonaba el postre para gente con tratamiento del conducto, una pareja se sentó, pidió un vino y comenzó a leer la carta. La pareja fue una como cualquier otra hasta que el hombre dijo que sentía que el vino no estaba bien, llamó a la sommelier y lo probaron intercambiando posiciones al respecto hasta que ella ofreció cambiarlo. El siguiente vino, si mal no entendí, fue un Sol Fa Sol de Marcelo Pelleriti que nuevamente comenzó con idas y vueltas hasta que finalmente volvieron a retirar el vino. Ya con el tercer vino en la mesa y midiéndose con la mirada, la sommelier prometió que solo pagaría el vino que consuma convencido de que está correcto y el comensal aseguró que se quedaría con este vino sin chistar. El vino cayó a la copa, el hombre lo probó y aprobó de inmediato. Volvió la calma a Ceibo Restaurante, todos respiramos con tranquilidad y yo me retiré a descansar que ya casi llegaba la medianoche y al otro día el despertador me castiga muy temprano.

En resumidas cuentas, la empanada tanto como el principal de Ceibo Restaurante estuvo muy bien así como los huevos que le pone a las contingencias. Pero el postre vino en caída libre y esa es la imagen que fui masticando hasta llegar al hotel. Hoy, ya con la mente en frío, puedo evaluar y decir que estuvo bien y que sin dudas volvería a comer a Ceibo Restaurante. Ah, eso si: postres no, gracias.

(*) Los precios de Ceibo Restaurante son apróximados porque no encuentro el ticket con el detalle de lo consumido. El dato concreto es que pagué casi $320 propina incluida.