Hoy en día no creo que quede restaurante sin presencia en internet. Algunos incluso contratan a profesionales para que les creen y actualicen perfiles en redes sociales, publiquen sorteos y suban fotos de gatitos para sumar clicks que denoten aprobación. Luego actualizan indicadores con métricas comparativas de cuanto midió el gatito de esta semana respecto del gatito de la semana pasada para, tras analizar minuciosamente esa información, tomar decisiones acerca de que gatito conviene postear. El cliente que espere mientras tanto.
Si el cliente que sigue en redes a una cuenta y al que muchas veces lo llaman «Fan» quisiera saber cuanto cuesta el churrasco que comercializa tal o cual restaurante para estimar si está en condiciones de ir a comer con su familia un día 25 de mes seguramente no podría. Los precios no están a la vista y a veces siquiera es público el menú. Eso si, el gatito que nos inspira un «Awww <3″ allí está firme.
El precio no es un tema menor. Quizás en estas líneas estoy por demás influenciado por mi trabajo formal pero creo que aplica para los restaurantes en internet. El tema de los precios podemos encararlo por dos vías:
Vendedor silencioso. En mi trabajo repiten hasta el cansancio acerca de la importancia de que cada cosa que se intenta vender debe comunicar el precio, lo explican de varias formas y hasta se compra material para hacerlo más fácil de visualizar. El precio bien comunicado es un vendedor silencioso se animar a arriesgar algunos.
Barrera de entrada. El imaginario popular muchas veces nos juega una mala pasada e instala el preconcepto de que un restaurante o chef que sale mucho en diarios y revistas debe ser inaccesible para el bolsillo del común de los mortales. Esto no es así pero este preconcepto muchas veces cobra relevancia ante la imposibilidad de chequearlo. La posibilidad de chequear algo tan simple como el precio al que se intenta vender un producto o servicio no hace más que desterrar estos mitos. Pienso que la posibilidad de conocer con anticipación que vende un restaurante y a que precios lo hace abre más puertas de las que cierra ya que ante la posibilidad de que el ticket final de una cena sea inaccesible creo que cualquiera de nosotros opta por no ir, nadie quiere sentarse en un lugar y tener que levantarse tras leer la carta antes de probar bocado. Por el contrario, en caso de conocer la oferta y el rango de precio de cada lugar nos sirve para realizar una visita planificada.
Por último la más cruel de mis apreciaciones al respecto, la relación entre precio y valor agregado. Cada vez que alguien trata de vender algo pero no publica su precio no puedo evitar pensar en que lo oculta porque no lo vale el precio al que lo intenta vender. Y al menos yo no estoy dispuesto a pagar por algo que no agrega valor.
Dayana
Dos comentarios:
En EEUU se puede consultar la carta completa (y sus precios, claro) en la web de la gran mayoría de los restaurantes.
Y sobre el tema de la percepción por estar en los medios no solo pasa en este ámbito. Gabriel Rolón contó en uno de sus libros que hubo una época en la que le costaba tener pacientes en el consultorio porque la gente pensaba que era caro por estar en el programa de Dolina.
Mauro
Dayana, muy de acuerdo con tus dos comentarios!
Creo que acá todavía no lo entendieron, no cuesta nada hacerlo y es de suma ayuda al cliente.
Ceci
Estoy de acuerdo con tu comentario, sería una muy buena práctica que se publiquen los precios de la carta. Conozco personas que no van a restaurantes porque «asusta» su fama y se pierden grandes descubrimientos.
Se ve a menudo que algunos publican el precio del menú ejecutivo. Creo que podría ser un buen puntapié inicial poner en las redes los menúes sugeridos de la semana, en vez de tantos gatitos, ¿no?
🙂
Mauro
Ese es un claro ejemplo de lo que planteo. El que publica «Menú ejecutivo» con precio y todo, generalmente suma más clientes de los que resta.
En Córdoba hay menú ejecutivo desde $50 o $60 hasta $220 o $250 y todos venden.
Cuentas claras conservan la amistad.