Este blog no está hecho por un profesional de la gastronomía, ni por un periodista. Está hecho, con buena leche, por una persona que disfruta de comer, de salir a comer, de cocinar y de leer todo lo relacionado a la gastronomía. Una persona con algunas virtudes y limitaciones. Y también está hecho, por que no, por todos los que leen, comentan, aportan datos y hasta mandan textos para publicar contando sus experiencias sobre tal o cual tema relacionado a gastronomía.
Este blog no tiene objetividad, ni le interesa tenerla. Está parado en el extremo más lejano de mi subjetividad. Aquí no importa que es, que quiere ser, ni la mar en coche. Aquí importa como lo percibo yo como cliente que va a un lugar, come y paga como cualquier otro. Un cliente que no avisa, no reserva, ni pide trato preferencial así vaya a un restaurante conocido, de eso en los que me saludan con un beso y una copa antes de preguntar si voy como cliente o como amigo.
Y, creo, este es el punto que hay que entender. Cuando me toca hablar bien de un establecimiento gastronómico o producto y todos lo tuiteamos y retuiteamos, no soy el mejor y el más bueno, ni tampoco lo es el restaurante o el producto en cuestión. Cuando me toca hacer una reseña no tan amigable no son los peores del grado, ni tampoco lo soy yo. Para ser más explicito transcribo un fragmento de mi respuesta a un restoranero que escribió por privado hace un par de meses para expresar su desacuerdo con una reseña mía a su restaurante, cito textual:
En ningún momento intenté ser lapidario con el lugar ni mucho menos con ustedes que, sin conocerlos, asumo trabajan de manera seria y responsable. Solo quise comentar mi experiencia y mi experiencia fue tal cual la bolqué en palabras (y que ahora leyendo «en frío» noto algunas desprolijidades propias de escribir y postear «en caliente»). Entiendo que pudo haber sido un mal servicio como puede tenerlo cualquiera y que todos los otros que dieron durante años pudieron haber sido nomales, buenos o muy buenos, pero este fue el que me tocó vivir y es por eso que lo describí así.
(…)
Más allá de que cuando me siento a escribir mis experiencias gastronómicas, sean buenas o malas, nunca mido el impacto que puede acarrear -quizás esto merezca un mea culpa, o no, ya lo pensaré- y este caso no es una excepción. Te pido que te pongas en mi lugar por un momento, en el lugar de una persona a la que no le sobra el dinero y que sale a comer porque le gusta y todo lo más que puede (sea esto una vez al mes, más o incluso menos) y que en quizás la única salida del mes lo atienden mal, ¿qué harías vos en mi lugar? Bueno, eso fue lo que yo hice.
Un post en este blog es solo una foto, es un comentario acerca de algo estático que se consumió o una experiencia vivida un día en un lugar. Como en toda foto se puede salir con los senos bien turgentes aunque sea obra del corpiño o de la iluminación, con más o menos pancita. Pero también se puede salir en la foto sonriendo con un orégano entre los dientes incisivo y colmillo.
Así que amigos, si algún día no salen bien en la foto no hay de que preocupar, es cuestión de volver a tomar otra. Y tranquilos que esto no es para calientes.