El sábado pasado desperté a media mañana y lo primero que leí, creo, incluso antes de lavarme los dientes fue una mención en Twitter. En ella me pasaban un link a una nota en la que Juan Pablo Martinez contaba sobre una feria de Sabores del Mundo que se desarrollaba en la ciudad de Córdoba. Salté de la cama, apresuré algunas cosas, pospuse otras de mi vida personal, tomé mi cámara de fotos y partí raudamente rumbo al Mercado Norte para ver de que se trataba.
Al llegar al mercado vi las carpas y el escenario. Si, doy fe de que estaban allí. También estaban la nacht wurst rellena con panceta crocante y chucrut, las empanadas paraguayas y algunas otras opciones. No mucho más.
Los stands eran chicos, sin infraestructura para vender a gran escala. El menú se disfrutaba de parado o, como yo, en una mesa que encontré desocupada pero todavía con la mugre del anterior comensal… al menos la parte que no alcanzó a caer al suelo empujada por el viento. No ví gente de la organización, ni del mercado cuidando este tipo de detales. Ni ningún otro.
Los precios estaban muy bien, reconozco. El rango de precio daba margen a detenerse a probar sin poner en jaque al bolsillo.
Las personas que atendían, en general, ponían mucho huevo como decimos en términos futbolísticos pero daba la sensación de que en materia gastronómica no tenían mucho más para dejar en la cancha. El mejor ejemplo de esto se dio cuando en uno de los stands en los que me detuve siquiera pudieron describir el único plato que ofrecían. Solo atiné a sonreír, agradecer y a continuar mi marcha pensado ¿esta feria es lo mejor que se puede ofrecer en una ciudad que tiene unas diez escuelas de cocina, chef que trabajaron en restaurantes como Noma, D.O.M. o que se desempeñaron con chefs como Martin Berasategui?
Entiendo lo odioso de las comparaciones pero permítaseme decir que al ir a la feria Sabores del Mundo en el Mercado Norte no pude dejar en mi casa «el saber» que a principio de mes en Buenos Aires se llevó adelante con todo éxito la segunda edición de la Feria Masticar y que en el mismo momento en que yo caminaba por esta feria organizada por «La Muni» Francis Mallmann asaba 400 pollos colgados de hilos en Festival Raíz y lo compartía en sus perfiles sociales, solo por nombrar un ejemplo.
Pese a que mi paso por la feria debía ser breve y que a esta altura ya tenía un sabor amargo en la boca, me detuve en el stand de Paraguay para probar las empanadas que recomendó «Juanito» en la nota de Día a Día. Además pedí «Asadito Kuré», un brochette de cerdo acompañado de sopa paraguaya y mientras esperaba mi porción me obsequiaron un pedazo de chipa, todo impecable. Pese a que también sufrían la falta de infraestructura, pulgares arriba para los hermanos paraguayos.
Ya sin tiempo para seguir probando, pedí una caipiriña en el stand de Brasil y me fui caminando despacio rumbo a mi hogar pensando en que me sentí lejos. Buenos Aires y el resto del mundo gastronómico parece estar a solo algunos kilómetros pero ese día yo los sentí lejos, muy lejos…
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Silvia
Lástima … ojalá que la experiencia poco venturosa sirva para alcanzar mejores resultados la próxima vez. El Mercado Norte es un espacio depreciado que -aunque solo sea por su arquitectura- podría ofrecer un valor agregado mucho más interesante.
Saludos.
Mauro
Silvia, el Mercado Norte es hermoso y siento que no se lo aprovecha al máximo. De la feria no tengo mucho más para decir, fue triste.