«Los Robles» fue la respuesta que dieron todas las personas a quienes pedí recomendación sobre donde cenar en San Luis. Todos agregaron un Plan B pero nadie dudó en recomendar en primer lugar a este restaurante. Como no podía ser de otra manera, hacia allá fui.
Ya apostado en mi mesa, el mozo trajo la carta y una crema roquefor y parmesano para untar en pan o grisines que hizo más liviana la espera. Luego de repasarla un par de veces, tome la decisión Trucha a la Vembenier [$94] con vino blanco 3/8 que no recuerdo el nombre pero fue la sugerencia del mozo [$51].
Al preguntar por algunos platos el mozo que siempre se mostró amable y bien predispuesto respondió «No lo se, soy nuevo, pero no se preocupe porque tengo un machetito. Ya se lo leo«. Así fue que con total sinceridad, apoyado en su «machetito» respondió todas mis dudas.
El tiempo pasó, la trucha estuvo muy bien [vamos, con manteca, vino y alcaparras acompañado de papas al natural no hay mucho margen para el error], dio ganas de seguir pero el cansancio me ganó y no pude quedarme a pedir postre. Así que tuve volver al hotel a dormir.
Al momento de pagar noté que no disponía de efectivo por lo que la cuenta iba a ser cancelada con débito. Hasta acá todo bien pero, ¿y la propina? ¿y la propina para el amable y bien predispuesto mozo? Ante la imposibilidad para dejarle la correspondiente propina a Esteba, mozo 3 según reza la factura, le ofrecí que me descuente un importe de la tarjeta de débito como lo hice en cada restaurante donde comí en Chile [el importe que ofrecí fue mayor al 10% para que cubra los gastos financieros de la transacción]. Pero Estaban no accedió, repitió que era nuevo en el rubro y que si yo me había sentido bien atendido para él ya era suficiente, por lo que me retiré con la convicción de volver a probar algunas cositas que leí en la carta y a saldar mi deuda.