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Los críticos de etiquetas

Internet democratizó las voces. Hoy quién quiera dar su opinión acerca de un establecimiento gastronómico, un plato o un vino puede y tiene donde hacerlo. Pero eso no lo convierte en un crítico gastronómico ni convierte a un crítico gastronómico en un buen crítico, simplemente es una opinión más.

Hoy nos encontramos con gente pregonando sus verdades de Perogrullo en TripAdvisor, en Twitter, Facebook, Yelp, blogs… y, ejem, diarios y revistas. Todos creemos tener la verdad de la milanesa y muchos sin siquiera sentarse a probar lo que venden en tal o cual restaurante, solo opinando desde lo que a uno le parece que podría ser mirando desde la vereda del frente. Para bien o para mal, porque estos comentarios no siempre son negativos y cuando son positivos los restoraneros retuitean y hacen ademanes de celebración.

En la vereda del frente de estas opiniones, los cocineros y restoraneros. Los hay de todos los tamaños y colores, créanme. Hay algunos que salen a la caza de quién publique opiniones acerca de ellos, y digo esto porque yo recibí mails por algunos post en este modesto blog, recibí mails en mi cuenta laboral por algún tuit que hice e incluso recibí hasta un llamado por teléfono del dueño de un restaurante una vez que medio timeline de tuiter estaba «pegándole» a su comedor.

Por supuesto que hay cocineros aprueban las críticas, las toman como una oportunidad para encontrar desajustes y poder mejorar. Esto sin importar si es José Carlos Capel o un ignoto tuitero quién opine sobre su restaurante. Algunos cocineros asumieron que internet existe, las críticas también y se puede convivir con ellas. O mejor, se puede sacar provecho de ellas.

Los críticos de etiquetas

Otro grupo de cocineros, quizás un tanto más instruidos y viajados que los primeros, optan por tomar otra posición: no leer lo que se dice de ellos (y sus restaurantes) y desacreditar a quién opine de gastronomía, no se si decir nos o los llaman críticos de etiquetas. En las últimas semanas dos personas reconocidas en la escena gastronómica local, en distintas ocasiones, me hablaron de este personaje mitológico. Los críticos de etiquetas pregonan estas verdades de Perogrullo, usan recursos lingüísticos exquisitos, brindan precisión acerca de las notas de los vinos y hasta parecen recordar de memoria la altura de los viñedos de cada copa que degustan. Toda esta información está casualmente, por no decir textualmente, ubicada en la contraetiqueta de los vinos, detallada en la carta o incluso me han llegado a decir «se le nota cuando copia de la Wikipedia«.

¿Los críticos de etiquetas prueban todo lo que describen? Nunca lo sabremos. ¿Los críticos de etiquetas son tan malo como opinan los cocineros? Tampoco lo sabremos con certeza pero me animo a arriesgar que no. Lo cierto es que así como todos tenemos hoy la libertad y los medios para publicar nuestras opiniones y experiencias, todos somos un poco críticos de etiquetas. Aunque algunos más críticos de etiquetas que otros…

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