Los años que llevo metido entre gastronómicos en concepto de cliente o ¿blogger gastronómico?… (¿se usa todavía la palabra blogger?) me hicieron despertar cierta empatía que escaló en amistad en algunos casos pero que también me permite medir con frialdad cuando un error es forzado por la situación o si simplemente a nadie le interesó tomar recaudo para que no sucediera. En el segundo caso suele aparecer el «Recién abrimos».
En la vereda del frente de ese argumento falaz está el cliente: vos, yo, el de la mesa de allá.
Hoy almorcé en un local de zona sur recientemente inaugurado.
Tardaron horita y media para finalmente traer la comida fría. Flojazo.🙈🙉🙊
— Mauro Duarte (@becube) December 5, 2017
Porque todo muy lindo cuando a una cena de cuatro cifras van invitados periodistas con miles de seguidores en redes para contar las bondades de cenar de arriba y reconozco que muchas veces estuve entre los que van invitados. Pero alguien tiene que echar el combustible para que eso pase y ese alguien es el cliente, grupo con el que me identifico bastante más que con el anterior.
Es allí donde discrepo y no acepto el «recién abrimos» como argumento para salvar errores.
Quiero decir, quien decide:
- Cuando abrir;
- Donde abrir;
- Que vender;
- A que precio vender;
- Las formas de pago que va a aceptar;
- Cuanta gente contratar para el servicio que se quiere dar;
- Etcétera, etcétera, etcétera…
… es el dueño del restaurante.
El cliente decide si ir o no a tal o cual lugar. Luego se ajusta a todo el resto y al final paga.
Entonces, y siempre según mi modesta opinión, la falacia del «recién abrimos» no lo exime de la responsabilidad de ese mal servicio que prestaron. Primero porque es quién decide cuando abrir el restaurante y lo hace sin tener certeza de la puesta a punto (quizás forzado por la necesidad de generar caja para invertir en algo aún mejor) y en un segundo plano pero no menos importante es porque lo cobran como si fuera un buen servicio. Pareciera ser que lo toman como una pasantía rentada por el cliente y eso no está bueno.
El cliente nunca se sienta, pide y luego paga lo que tiene en el bolsillo diciendo «Sorry, todavía no cobré y estoy corto de guita» sino que paga lo que corresponde. Pues el restaurante debe prestar el servicio que corresponde incluso si «recién abrimos».