Mucho se habla en este blog de «la chipa» y así será por los siglos de los siglos, pero nunca hice lo propio con «los chiperos«.
Los chiperos, como su nombre indica, son las personas que comercializan «la chipa» en Paraguay y parte del norte argentino (Formosa,Misiones, Corrientes y etc). Ellos realizan su invaluable labor paseándose por las calles, sin rumbo fijo, y con un canasto de mimbre sobre la cabeza. En dicho canasto alojan los distintos tipos de chipas envueltos en telas blancas y, a veces, algo de papel para evitar contaminación y enfriamiento del preciado manjar.
Si, todo muy lindo hasta aquí pero ustedes se preguntarán, ¿a que viene todo esto?
Resulta que días atrás, las vueltas de la vida me depositaron durante poco más de 6 horas en la aduana Argentina-Brasil tratando de ingresar al vecino país carioca. Con todos los papeles en regla como pocas veces y ajustándome a derecho, tuve que esperar tirado en una porción de cesped que los honorables funcionarios dieran el OK para poder circular. El paso del tiempo hizo que las raciones de agua y comida fueran acabándose y el humor fuera caldeándose proporcionalmente conforme pasaban las horas.
Hasta que un señor, que digo un señor, un ángel vestido de chipero se presentó para proveernos de chipa que a esa altura ya era un preciado tesoro más que un capricho de porteño wannabe [Link I – Link II].
Pulgares arriba a este señor, El Chipero que trajo felicidad a nuestros corazones a razón de 3 por $5, y aceptaba pesos, guaraníes y reales porque, claro, todos somos hermanos sudamericanos.