Días atrás, las vueltas de mi vida terrenal me depositaron un fin de semana en la ciudad de Santa Fe. Las mismas vueltas me habían llevado dos veces en los últimos meses y la recomendación gastronómica fue siempre la misma, El Quincho de Chiquito.

Este comedor ubicado a orillas de la Laguna Setúbal se perfilaba como ‘La Meca’ del pescado de río, al menos para quienes consulte en cada visita, y las ganas de conocerlo iban  en ascenso.

Allá fui. Un viernes cualquiera, pasada las 21hs, buscaba compañía y partíamos a conocer el famoso comedor.

El quincho. Un lugar que no se caracteriza precisamente por derrochar lujos y que en su austeridad parece radicar su inagotable calidez. Completamente adornado con pertenencias y fotos de políticos, deportistas y celebridades que lo visitan desde su apertura y queChiquito‘ Uleriche, propietario del lugar, parece conservar como trofeos de guerra. De una guerra que viene presentando batallas todos los días desde hace más de 40 años y de la cual Carlos  Monzón, Campeón Mundial de boxeo, fue uno de sus más fieles soldados.

La atención. Los mozos caminan en todas las direcciones y, por su comportamiento informal, se confunden entre los comensales que van llegando al lugar. No reparan en protocolos y todos los pedidos se toman sonrisa mediante. Chiquito solo contempla los movimientos desde el fondo del lugar.

El menú. Claro, consiso y pegado en la puerta para evitar demasiados interrogantes. Una degustación de pescados bajo diversas formas de cocción acompañado de todas las jarras de chopp que sean necesarias para hacer frente al desafío.

Las horas pasaron, entre liso y liso, tratando de descifrar a los personajes de las fotografías y llegó el momento de ir a un compromiso pero nos retiramos habiendo entendido el porque de tantas recomendaciones…

El precio. $52 por persona la cena, $9 cada jarra de chopp.